martes, 5 de noviembre de 2013

Un día de MIR vida

Silbido estridente. Muuuuuuuuuy estridente. Una musiquilla medianamente machacona, con un regusto discotequero de los 90, le acompaña. ¡Bien, fiesta! ¡Bailemos! El silbido continúa. Vale: me he precipitado. Son las 7.25 h de la mañana. Fiesta no. Fiesta cero. Es el despertador. Moves like Jagger fue la única canción “potente” que encontré en mi móvil cuando, desesperaíta tras quedarme dormida sucesivas mañanas, la escogí como melodía matutina. Ahí sigue, y yo, a Dios gracias, de momento no he vuelto a despertarme hora y media después de lo programado. Efectividad comprobada.
Así que me levanto. Me visto. Desayuno, con muuuuuucha calma. No podrán reñirme con que me voy “al cole” sin desayunar. Reina también desayuna, una galletilla cero, cero. Sin sal, sin azúcar, si me apuras debe ser más aire que galleta. Pero ella, tan contenta. Es de lo poco que mastica, la muy ansiosa. Después del café, estamos listas para la vida moderna: correa, zapatillas, y al alba, que no a la calle, porque a ésta aún la están poniendo. Reina renquea; si es que es demasiado temprano. Yo insisto, no cejo en mi empeño de que no se convierta en una perra bola. Caminamos. Amanece. Y, mientras ella olisquea sabe Dios qué (pises ajenos, en el mejor de los casos, supongo), yo observo-que no miro- hacia arriba, sintiendo el fresco aire mañanero…

…Al cabo de una hora vuelvo a casa; ahora, por fin, con las orejillas heladas. Subo la persiana de mi más alta torre. Otro día más. No sé cuántos días llevo, ni cuántos me faltan. Sólo sé que, en meses, son ya menos de tres. Como las vacaciones de verano, que siempre se nos hicieron cortas, así pasarán ellos, entre castañas, turrón y cuesta de enero.
Vamos: ¡todo tuyo, chica! Abro manuales, recopilo esquemas que han dormido esparcidos por la enorme mesa. Ufff, demasiada luz. El calorcillo que me regala el sol tras los cristales antagoniza velozmente el efecto del café. Será mejor que vuelvas a bajar la persiana, me digo. Flexo. Calefactor. Manta. Botas de lana y calcetines gordos. Sí, soy muuuuuuy friolera, y mi quehacer no requiere, precisamente, actividad física.

Venga, veamos qué toca hoy. “Una oportunidad de integrar la Medicina”, nos dicen. Suena bien. Lo que no suena tan bien es “Inmunodeficiencias”. Esto de revisar 6 años en 6 meses es, como decía Forrest Gump, como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar. A mí me sabe rico cualquier bombón, pero si me toca el de licor…no lo saboreo tanto, me aburre, ¡me satura tanto sabor! Pero no me dejo amedrentar. Así que leo. Subrayo. Esquematizo. Dibujo calaveras en las causas de muerte, y caras sonrientes o tristes para los pronósticos. Eding azul para el tratamiento, lila para pruebas complementarias. En rosa, muy rosa, lo importante. Exclamaciones. Mayúsculas. Doblar la punta de los Pilot. Manías y una tremenda querencia por cualquier objeto que se venda en una papelería hacen que, al final del día, los conocimientos no sé si se quedan conmigo, pero mis dedos quedan como si viniese de colorear con mis compañeros de guardería.  
Tapones que me quito y que me pongo, en función de cuánto sean mis sentidos capaces de ignorar la megafonía de mis amigos el chatarrero y “La Rubia de las naranjas”.
 Grrrrrrr. Ooops, ése ha sido él; ese grandullón-que debe serlo, porque si no, no lo entiendo- que es mi estómago insaciable, gruñe, avisándome de que El Jefe, ése que habita en mi cráneo, necesita combustible.
Como algo, comparto un poco con La Gorda. Abrazo a mi madre. A mi hermano no, porque está en el instituto, y además, huye de mí, como buen quinceañero hormonado que se precie. Pero doy abrazos, muchos; son de esas cosas que nunca sobran, y que se venden demasiado caros.
Reina y yo volvemos a la más alta torre. ¡Qué haría yo sin mi compi! Continuamos. Ella roncando, yo a lo mío.
Y claro, dicen que todo se pega. Y Morfeo trata de seducirme a mí también, contoneándose entre palabrejas como Adalimumab y colecistopancreatografía retrógrada endoscópica. Pero qué golfo. ¡Fuera!, le increpo, estirándome y bostezando ampliamente para facilitarle el exilio.
…Saco la lengua. ¡Bien! No sé cómo, ni por qué (¡¿debería?!, ¡¿es pregunta MIR?! :O), pero si estoy estudiando, pintando, o cualquier cosa que precise dedicación mental plena, que saque la lengua es la señal de que he llegado a mi máximo de concentración. Gracias, lengüecilla. Continuemos para bingo...


Y así se suceden los días, una mezcla entre fiesta y monotonía. Con su estudio en horario de mañana y tarde, con sus siestecillas después de comer, con las caricias a mi compi de estudio, con los abrazos, con el estómago insaciable y la lorza en cuarto creciente, con algo de deporte para sudar y desfogar, con alguna llantina hormonodependiente, para no perder la costumbre. Ni es tan terrible, ni tampoco tan fácil. Así transcurren las horas en esta carrera, poco a poco más a contrarreloj, de objetivos diarios a alcanzar, de simulacros y de reglas mnemotécnicas, cuanto más absurdas, mejor. Es una vida, un poco, de bebé: comer y dormir, y estudiar. Así es un día de MIR vida.

¿Algún/a maniático/a más en la sala? 
Vamos, babies, ¡podemos!