jueves, 11 de abril de 2013

Los onces de abril


Hoy vuelve a ser once de abril. Hace tres años que no se escucha tu risa, ruidosa, por estos lares. Aunque, la verdad, no me cabe duda de que, allá arriba, resuenan tus carcajadas atónitas, incrédulas, ante el folletín del que somos tristes espectadores.
Y hoy hace tres años que duele tu ausencia, que se pelean a codazos mi risa y mi llanto cuando me acuerdo de ti; salen a escena por turnos, echándote de menos. Queriéndote de más.
Duele no poder contarte lo mal que iba todo, y que, después de todo, todo mejoró. Duele no tener testigo de excepción de mis desventuras, mis viajes, mis amores imaginarios, del fin de esta etapa en la que yo contaba contigo. Dolerá el sitio vacío que yo siempre quise guardarte a ti, “la impedida”, el día de mi graduación.
Duele mucho no verte. Consuela sentirte, imaginarte, recordarte tal como fuiste, y quererte aún, a pesar del infinito, por siempre. 

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