martes, 30 de octubre de 2012

Corazón partío


Manifiesto abiertamente mi odio hacia el autor de la famosa canción cuyo título he tomado prestado hoy. Apago la radio o cambio la emisora cuando lo ponen, de hecho. Pero a lo que voy, que aquí al de looking for paradise no lo queremos para mucho más: hoy tengo el corazón partío.
Ya les conté que tengo dos amigas. Y, confabulaciones de los seres divinos y superiores que vigilanbarradirigen nuestros actos desde allá arriba o desde el más allá, fueron a nacer tal día como hoy con un año de diferencia, hace más de veinte. Y salomónicamente no voy a desearles feliz cumpleaños. Ya lo han tenido, son las diez de la noche. No voy a decirles “felices veintitrés/veinticuatro”, porque no dudo de cuán felices han sido hasta ahora.
Voy a dejar descansar a mi infatigable poder de ensoñación y voy a centrarme en las certezas y a agarrarme al presente y al pasado reciente. Por tanto, no voy a felicitarlas por los años cumplidos, no. Voy a felicitarlas por las carcajadas que vienen arrancándome a lo largo de varios treintas de octubre. Por lo vivido y por lo que siempre quedará en el escondite secreto de nuestro oscuro pasado, y por lo que queda por vivir. Voy a felicitarlas por aguantar estoicamente todas y cada una de mis fantasías, mis agobios (justificados o no) y mis amores platónicos. Por la amistad, de la buena.
No voy a felicitarlas otra vez: voy a pedirles un favor, y es que sigan a mi lado el resto de los años que les queden por cumplir. 

sábado, 27 de octubre de 2012

De surrealismo y asaltos al congelador


O llámenlo humor. O amor propio. O formas de subirse una misma la autoestima y no dejarse caer en la ciénaga apestosa de Shrek o de cualquier otro monstruo verde o morado, me da lo mismo, que lo mismo me da. O autocompasión.

No lo sé. Se me acaban los adjetivos y los sustantivos. Sólo sé que es otoño, que llueve, que hace frío, pero no demasiado. Que me caliento las manos alrededor de un café que ya se está enfriando, y eso que me lo acabo de preparar. Tenían que verme, como una yonki de los aromas torrefactos (visualicen a La Hierbas de aquella famosa serie), encima de la cafetera, moviendo hacia mis fosas nasales, con grandes aspavientos,  el humillo que bailaba hacia el techo. Lo que les decía: que ante la intangible realidad de mis días actuales, mejor me río de mí, me, conmigo.
Sólo sé que en estas últimas semanas de locura me he abalanzado  en más de una ocasión sobre una cuchara de sopa (para entendernos) que he agarrado con fuerza bruta para excavar en la tarrina del helado que sobró de noches de jueves en deliciosa compañía (gracias por tanto, chic@s). Que devoraba ese chocolate frío con ansiedad y me reía, consolándome con un “ya pensaremos en alimentarnos en condiciones cuando pase la tormenta”. Pero luego, al tratar de embutirme en esos maravillosos pantalones encerados made in Amancio que aún esperan, con la etiqueta sin cortar, el momento glorioso en que el proceso de puesta sea menos trabajoso, ahí, queridos amigos, ya no me reía tanto y me exigí posponer menos el día D de Dietaotravez.

Sólo sé que si me río de mí misma es por no llorar tanto, y porque sí, el momento hierbas y asaltacongeladores en el fondo es divertido (y el momento Bricomanía, pero eso se lo contaré “en el próximo capítulo”). Y porque lo necesito. Y ustedes también, sea cual sea su situación. Así que repitan conmigo: ¡ JA, JA, JA!


:)

viernes, 19 de octubre de 2012

María Dueñas


Él me esperaba envuelto en papel plateado y no, no era un bocadillo. Un día para olvidar recibí de la mejor (la mejor todo, y punto; y ella lo sabe, y ella lo entiende) un regalo de cumpleaños de lomo grueso y ese aroma, inconfundible y seductor, a libro nuevo. Sigue esperándome alerta, dando vueltas en su cama particular, mientras le engaño con otro. Con otros, perdón. Son varios, en realidad. Qué difícil esto de la monogamia: Manual de la SER y Conceptos básicos en Cirugía Ortopédica y Traumatología también reclaman mi cariño y mi tiempo. Cuánto amor que dar. Uffffff.

Pero a ella no la esperaba. Supe de su visita por casualidad. Y llegó, y, mira tú por dónde, nos habló de casualidades. María llegó, y a sólo unos metros compruebas cuánto sonríe, cómo mece sus manos de piel tostada mientras gesticula apasionada, cómo mece su pelo, muy liso, y balancea palabras con maestría, las acuna y las pone guapas para que lleguen, llamen a la puerta y les abras, y se queden un ratito a hacerte cosquillas en las pestañas, ésas que se niegan a apagar tan pronto la luz de la mesita de noche.

María vuelca los pájaros de su cabeza y rescata los recuerdos, y los transforma con gracia en historias de patrones y espías, en vueltas atrás y reencuentros futuros, en Californias que aún no son más que un lugar “inhóspito”. Nos ha invitado a viajar, con y sin aviones: ella nos ofrece una expedición única a sólo unas horas de sillón de aquí. 

Ayer al despertar no sabía que en esa tarde de otoño conocería a una de mis escritoras predilectas. María Dueñas nos habló, mientras fuera llovían las hojas, de casualidades y de optimismo, de nuevas oportunidades y de valentía. Jugó con mi tripa y encendió mis mejillas; acudí a la cita con la ilusión de un chiquillo en la noche de Reyes, y al salir, sonriendo, respiré y, como ésa bola de plomo, noté sobre mis hombros todo el peso de las toneladas de energía que ella, sin saberlo, me cedió. Disfruté el último helado de los días templados (hoy lloverá, lo sé), y después, al colgar ése teléfono, me serví un doble con hielo y mucha sal. Una de cal y otra de arena, un día completo. Pero especial, sin duda.