lunes, 25 de junio de 2012

De magia y galletas



A menudo nos preguntamos por qué suceden las cosas. Por qué el agua hierve a cien grados tiene una explicación, por qué llueve cuando hay nubes también. Hay hechos que la ciencia se ocupa de estudiar y explicar. Sin embargo, hay cosas que, simplemente, suceden. Algunos lo llaman destino, otros coincidencia, azar. A mí me gusta llamarlo casualidad. Me gusta pensar que, sí, para todo hay una razón, pero muchas veces es más fácil dejar de buscarle tres pies al gato y dejarse sorprender por las casualidades, que existen y se nos van presentando por el camino para dibujar la ruta que ha de seguir nuestra vida.

Quién sabe si fue la casualidad la que hizo que estemos hoy aquí. Quizás estaba escrito que ese montón de críos se pondrían las botas perdidas de arena jugando al fútbol en el Poli, que aquella pequeña de ojos azules no se comería los macarrones si no eran con tomate Orlando. Puede que fuesen casualidad, o no, aquellas tardes de verano, los mediodías de Romería en que ni la cerveza te calma la sed. Y puede que también fuesen fruto del azar los amigos; pero no amigos cualesquiera: amigos de toda la vida y para toda la vida. Y, de repente, la casualidad maximizada en el momento perfecto y en unas galletas. Oye, qué casualidad que a ese chico tan alto, tan guapo, de pelo castaño, le gusten las mismas galletas que a la rubita de la sonrisa eterna y el corazón enorme.

Casualidad. Dos pulmones que casi murieron en el intento y muchos globos hicieron el resto.

Y es que dicen quienes lo conocen que el amor siempre te encuentra. Que sólo hay que ser capaz de quitarse la venda de los ojos cuando se presenta ante ti. Y es que hay que estar atento, ¡hasta cuando comes galletas!

La casualidad y la magia ya han cumplido su misión. Ahora viene la tarea más ardua, pero más bonita. Cultivar el amor que habéis tenido la enorme fortuna de encontrar el uno en el otro. Crecer juntos y sentiros de nuevo como niños cuando todos los problemas del mundo se esfumen con un abrazo. Mirarse y conseguir que la más gris y fría de las tardes de invierno se vuelva del color del caramelo. Dar gracias cada día a la vida, a la casualidad, a Dios, por haberos encontrado, porque existís el uno para el otro, y daros gracias por elegiros. Porque el amor es energía, es magia, es eso que todo lo mueve. Es la fuerza que os hará cada mañana levantaros con una sonrisa y tirar p´alante. Y llegar a viejos y que la gente se quede mirando con envidia cómo, a pesar de los años, seguís cogiéndoos de la mano. Tenéis cerca buenísimos ejemplos.
En la noche más corta del año, nuestra más larga lista de buenos deseos.

Felicidades. De vuestra familia, que os adora.






Y con estas palabras terminamos la ceremonia de la boda más esperada del año, la primera de la familia :)

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