jueves, 22 de marzo de 2012

Le gustaría

No sabían nada el uno del otro, pero a los dos les arañaba el alma la voz profunda de Enrique cuando la noche se volvía triste sin remedio. Tenían, sin cruzarse demasiado, vidas cruzadas. La vida les sorprendía temprano, de vez en cuando; les cruzaba los cables y sus vidas, y a ella se le hizo, fuerte, un nudo en el corazón. Sin planearlo, sin quererlo, sin poderlo evitar.

Hoy le gustaría contarle la historia, le gustaría decirle que “aunque tú no lo sepas”, cuando su mente se agota y le cede el paso al corazón siente ganas de llorar. Le gustaría que él supiera que le hizo perder su ya extraviado norte, pero que al tiempo fue la fuerza que le hizo agarrar otro timón. Que le descubrió la poesía de Benedetti, y a mirar más allá. Le gustaría reírse contándole cómo fueron las horas previas. Las horas, los meses, los años. Cuánto tiempo esperó ese día. Cuántas veces imaginó esa noche. Cuántas fueron las conversaciones con el espejo, en un ensayo general para encontrar el modo con el que lograría controlar el rojo que le encendía las mejillas.

Le gustaría contarle que le escribe, que le sueña, que le piensa. Le gustaría preguntarle cómo se quita el vicio de buscarle en cada mañana fría, y la manía tan tonta que cogió su tripa de bailar al verle. Quisiera que fuera más fácil dejar de perseguir con la mirada las zapatillas grises por las aceras. Le gustaría contarle que recorrer las calles dejó de tener sentido desde que no puede encontrarle por casualidad en cualquier esquina.


viernes, 16 de marzo de 2012

Trocitos

Además de mis listas de cosas buenas, podría hacer otro montón de listas distintas: listas de cosas que hago para sentirme bien o alegrarme el día, listas de mis manías, que no son pocas…

Esta afición a las listas la tengo desde siempre, pero quizás me la ha acentuado cierta amiga mía, con una tendencia exagerada a crear listas del tipo “50 cosas que hacer antes de morirme”…bastante surrealistas (y divertidas).

Dentro de las listas de cosas que me alegran el día se escribe el empapelar mis paredes con trocitos de papel, donde se leen citas, frases copiadas de un libro, trozos de canciones. Las leo y así me escapo un poco de la realidad cuando creo que es terrible, y así me doy cuenta de que no es para tanto. En la pared de la mesa de estudio Fito me recuerda que “no voy a sentirme mal si algo no me sale bien”. Fácil y resultón. A mí es que me gustan las canciones que hay que desgajar, escuchar con detenimiento y permitir que cada frase se te clave en el alma, pero en días tontos esa frase escrita en verde con alguna cara sonriente alrededor me es bastante efectiva.

sábado, 10 de marzo de 2012

Las prácticas o la fotosíntesis

Hay profesores y profesores.

Hay grandes profesores, profesores mediocres, profesores que ni fú ni fá. Luego están los pésimos.

Y luego están mis preferidos: los que te ignoran. No sé si son mediocres o excelentes, puesto que no me dirigen la palabra. Dice el juramento hipocrático: "[...] trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa". Supongo entonces que muchos de nuestros profesores han leído el juramento de pasada, como de pasada miran el letrero luminoso amarillo y cantoso de nuestro hospital, ése que reza “UNIVERSITARIO”. He de suponer también que, ¡oh, qué suerte!, nacieron enseñados y nunca fueron estudiantes. Sólo así alcanzaré a comprender por qué en un hospital universitario, adscrito a una facultad de medicina, los estudiantes somos simplemente entes vagantes que visten bata blanca y se limitan, en la mayor parte de los casos, a decorar.

A veces se me ocurre que soy como una planta verde, pequeña, de plástico, de ésas que acumulan polvo porque nadie las limpia. En el rinconcito de la consulta donde me acoplo retorciéndome cual contorsionista kazajo me imagino una conversación imaginaria en la hipotética situación en que el médico fuese simpático y docente, para después sólo suspirar, sabiendo que, esta vez (otra vez más), es un deseo inalcanzable. Miro la luz que entra por la ventana con la esperanza de, por hacer algo, hacer la fotosíntesis. Y es que, si no me cuentan la historia del paciente que va a entrar por la puerta y estoy a veinte metros de las carpetas y de la pantalla del ordenador, ¿qué otra cosa puedo hacer si dentro de mis súper poderes aún no se incluye la visión de letras nanométricas?

En otra ocasión, en una reflexión súper profunda de ascensor, éste se detuvo en el semisótano. El semisótano huele a pis de rata, y no porque haya ratas correteando alegremente por los pasillos, sino porque el laboratorio de Microbiología está ahí. También está el mortuorio (dato que ilustra lo tétrico del lugar). Y también están las camas viejas del hospital. Ésas que ya nadie quiere, que están rotas, inservibles, abandonadas a su suerte (ahora es cuando todos os compadecéis con un: “¡Poooobrecitas!”). A la espera de su triste final en una planta de reciclaje o su despiece en una chatarrería (previo viaje en una “fragoneta” de algún chatarrero de las vecinas Quinientas) no tienen más oficio ni beneficio que acumular polvo y mierda en general. Pues ése día del ascensor observando el semisótano que huele a pis de rata pensé que más de un ser superior con bata blanca y mirada por encima del hombro que se hace llamar médico (leedlo todo junto “¡mu rápido!”) debe creer que somos los excrementos y las descamaciones epiteliales de los ácaros que habitan el polvo de las camas viejas del semisótano: invisibles, molestos, potencialmente nocivos. Los habitantes del inframundo, que ni ocupan puesto en la jerarquía hospitalaria.

miércoles, 7 de marzo de 2012

La niña de la coleta

No creo que a vosotros, benditos lectores que leéis el fruto de mis idas de olla, os interese conocer mi vida en verso, pero esto, ya lo advertí, es mi espacio sin orden ni concierto, lógica ni función concreta. Hoy me apetece escribir lo divertida (leedlo con tono irónico) que ha sido la consulta en la que he estado de prácticas esta mañana. He visto prepúberes gordas. No lo digo yo, lo dice su índice de masa corporal, que las clasificaba como obesas mórbidas. Obesitas preadolescentes que dicen no comer fritos ni repetir plato. ¿Eing? Lo más divertido ha sido la excusa que una de ellas aducía sobre no hacer deporte: "no me gusto con coleta, y para hacer deporte me la tengo que hacer". ¿Y con una panza de aquí a Segovia te ves mona? Que conste que no soy una promotora de la anorexia ni top model, y de promover, promuevo la salud. Si me expreso con cierta ironía es porque me parece penoso que nuestro país tenga los niveles de obesidad infantil que tiene. Cómo cambiar esta situación ya es otro cantar (yo, por si acaso, ¡ya estoy en el día 3 de mi particular ruta del colesterol!). Espero que, como ha dicho una amiga mía muy sabiamente, “nosotras protegeremos a nuestros hijos de los bollycaos”.

Reseñable también es que he llorado de la risa como no hacía en mucho tiempo gracias a los intentos de asesinato de los muñecos de la consulta por parte de un paciente. No contento con despeñarlos desde su carrito, después pretendía arrancarle la nariz a Minnie. ¡Qué agresivo, oiga! Y cuanto más le mirábamos regañándole más lo mordía y más se reía.

Qué buen rato.

lunes, 5 de marzo de 2012

Inconexiones varias

...Y terminar el día (duro) con una infusión calentita y un rato de risa también es buena idea. He comenzado las clases de Neonatología y las prácticas en Consultas Externas de Pediatría. Hoy, Digestivo. Ha sido curioso: pacientes adolescentes con "lesiones policíclicas rojo vinosas en borde lateral del esternocleidomastoideo"...Compatibles con un chupetón, vamos.

Como leía en facebook hace un rato: Antes, los Beatles cantaban "I wanna hold your hand". Ahora, Enrique Iglesias canta "Tonight I´m fucking you". Y que conste que no sé cómo ni por qué las canciones de éste último hacen que baile de forma desenfrenada y tremendamente exagerada, pero...El mundo está raro. O quizás soy yo.

He salido a "andar-correr" después de muuuucho tiempo de sillón-ball. ¡A ver si esta vez me lo tomo un poco en serio! Y en el recorrido he hecho una reflexión de ésas súper profundas, a ver si me desveláis el misterio: ¿por qué los recorredores profesionales de la ruta del colesterol desaparecen del mapa en invierno como si se les hubiese tragado la tierra? ¿Les baja el LDL por obra y gracia del danacol? "Grandes misterios de la humanidad" (con voz en off).

Y con esta recopilación inconexa de tonterías me voy a la cama. Mañana más, y espero, mejor.

domingo, 4 de marzo de 2012

Listas de cosas buenas

Soy muy desorganizada. Soy impuntual y tardona. Los hábitos son algo que me cuesta crear. Así que no sé si puedo llamarlo hábito, pero tengo una especie de sana costumbre que es hacer "listas de cosas buenas" en mi cuaderno negro (de él os hablaré otro día).

Es fácil. Sólo hay que coger lápiz y papel, o teclas y pantalla, y enumerar lo bueno y lo bonito de tu día.

Es bueno. Es lo que salva de la quema a los días de mierda.

Mi lista de este fin de semana:
  • La SIESTA del viernes.
  • Mi cama.
  • La comida de mamá.
  • Mamá interrumpiendo mi estudio para mostrarme su proyecto de bizcocho. Estaba buenísimo :)
  • La Gorda. Cómo se hace una bola en su cama y cómo me despierta por la mañana.
  • El sábado noche de los tres mosqueteros, y el cuarto en discordia, que se unió luego, "como en los viejos tiempos".
  • Reír.
  • El paseo de esta mañana.
  • Que mi hermano me haya dejado ayudarle con las mates. ¡Inaudito!

Probad. Puede llegar a ser terapéutico.
Feliz comienzo de semana.

viernes, 2 de marzo de 2012

Dear Little Littmann

Littmann y yo podemos considerarnos ya viejos amigos. Nos conocimos hace tres inviernos, en un encuentro tan esperado como deseado. Pero ésa es otra historia. Por ahora, basta y sobra con saber que Littmann tiene un color poco común (no en el mundo de Littmann, pero sí en el mundo real), entre azul y verde, que teóricamente se llama “azul Caribe”. ¡Qué manía con los colores! El de mi coche es “blanco pimienta”...


En fin, que me voy por las ramas. Littmann es azul Caribe y no es “Little”, pues no es pediátrico, pero sí es “dear”: es mi fonendoscopio. Uso teórico: escuchar los sonidos del corazón, normales y patológicos. Uso práctico: viajar en el bolsillo de mi bata o colgarse de mi cuello para intentar escuchar corazones ajenos. Uso que voy a darle desde este momento: escuchar mi propio corazón, que me iba haciendo falta desde hace bastante tiempo.

Así que presentándoos a Littmann comienzo un blog nuevo sin más pretensiones que escuchar mis “lup-dub” y vaciar mi cabeza de vez en cuando. Hablaré sobre mí, hablaré sobre Medicina y mi vida como estudiante, escribiré cosas profundas y otras superficiales. No hay objetivos, orden ni concierto. Ya veremos.